En el patio trasero vivía su querida mascota, un semental de 12 años llamado Stormy. Stormy era un caballo magnífico, con un pelaje marrón brillante, un cuerpo poderoso y un porte orgulloso. La familia lo había rescatado de un refugio de caballos local cuando era sólo un potro y lo había criado con amor y cuidado. Stormy estaba bien educado y era dócil y obediente. Para la familia era algo más que una mascota: era un miembro muy querido de la familia.
Por eso, cuando la familia descubrió que el fuerte chapoteo procedía de su querido Stormy, sintieron un gran temor. A pesar de la escasa profundidad, de apenas un metro, la inesperada caída en la piscina desorientó a Stormy, que empezó a chapotear y a dar patadas mientras intentaba escapar. Ver al caballo, antes tranquilo y sereno, en semejante estado fue un espectáculo desgarrador.