Un hombre derribó una pared de su sótano y encontró una ciudad subterránea, pero lo que había dentro de la ciudad te dará escalofríos

Su sótano guardaba algo más que viejas herramientas: El escalofriante descubrimiento de una ciudad olvidada por un hombre

«Imposible», respiró Murat, su voz apenas perturbó la quietud que le rodeaba. Su corazón martilleaba contra su pecho, haciéndose eco de su incredulidad mientras trataba de encontrar sentido al extraordinario espectáculo que se desplegaba ante él. ¿Estaba alucinando o la realidad se había deformado hasta tal punto? No se lo podía creer.

Murat siempre había tenido los pies en el suelo. Había descartado las historias de lo sobrenatural por considerarlas fantasiosas, y el concepto de fenómenos de otro mundo le parecía una farsa. Sin embargo, de pie en el silencio amenazador del espacio colosal revelado tras la pared de su sótano, descubrió que sus creencias, antes firmes, se desmoronaban.

Apenas podía creer que se hubiera topado con esto por accidente. No era un descubrimiento cualquiera, era algo enorme. Y lo más aterrador estaba aún por llegar. A medida que Murat se adentraba lentamente en la oscuridad, a través de estrechos túneles, una creciente sensación de peligro empezó a hacerle temblar;

De pie junto a un profundo pozo, la débil luz de su linterna destellaba en la oscuridad circundante. Un frío cortante le mordía las mejillas, aumentando la sensación espeluznante del lugar. Entonces, de la nada, un eco fantasmal procedente de las profundidades interrumpió el silencio. El sonido le infundió una nueva oleada de miedo.

De repente, sintió una sacudida de sorpresa. ¿Le habían engañado sus ojos o había visto realmente lo que creía ver? El mero descubrimiento de la antigua ciudad ya era bastante sorprendente, pero lo que vio… si era real, no se trataba sólo de compartir este asombroso hallazgo, sino también de sobrevivir. Se estremeció y se detuvo en seco mientras intentaba comprender el enorme secreto que había desvelado. ¡¿Qué podría ser?!

Sólo unas semanas antes, la vida de Murat había sido notablemente diferente. No se lo podía creer. ¿Qué acababa de presenciar? Estas cosas normalmente no le pasaban a él. Sólo era un hombre humilde, que vivía en el centro de un tranquilo pueblo turco, nada extraordinario. Pero ahora, su vida había cambiado por completo. No podía creer lo que había descubierto. Esto estaba más allá de su imaginación más salvaje. Incluso el mero hecho de pensarlo le producía escalofríos;

Sus días, antaño llenos del suave cacareo de sus queridas gallinas, únicas compañeras en su existencia, por lo demás solitaria, eran sencillos. La vida se caracterizaba por el sencillo ritmo de la salida y la puesta del sol, y el melódico cacareo de sus amigos emplumados, que saludaban cada nuevo día.

Cada mañana, mientras daba de comer a sus gallinas, se sentaba en silencio y apreciaba la tranquilidad de su rutina. Se deleitaba allí sentado, escuchando el canto matutino de los pájaros. Sus gallinas piaban contentas mientras consumían los granos que les había esparcido. Después, se sentaba en el banco de su pintoresca casa de piedra, una estructura saturada de generaciones de recuerdos. Estos momentos eran a menudo los más estimulantes de su día. Sin embargo, nunca imaginó que esta casa, legado de sus antepasados, albergaría tantos secretos ocultos. Siempre había encontrado un encanto único en las piedras desgastadas por el tiempo, pero poco sabía que eran estas mismas piedras las que guardaban secretos enterrados bajo ellas.

Un día, Murat decidió que era hora de cambiar. Llevaba muchos años viviendo en la antigua casa de su familia. Era un tesoro que había pasado de padres a hijos. Esta casa estaba impregnada de historia familiar, tan antigua que sus propietarios originales se habían perdido en los anales del tiempo. Este misterio intemporal no hacía sino realzar su encanto y su preciado valor para la familia. Murat amaba la casa y su significado, pero no podía ignorar que estaba envejeciendo y desgastándose.

Si quería pasar los años dorados de su vida entre estos muros curtidos por el tiempo, sería importante arreglarla y protegerla para que no envejeciera. Con esta idea en mente, y con el deseo de devolver la vida a la casa de su familia, Murat empezó a renovarla. Quitó los viejos muros, dejando al descubierto las piedras que había debajo, cada una con su propia historia del pasado.

Cada piedra era como un recuerdo silencioso del pasado, desgastada y marcada, guardando secretos en su interior, secretos que aún no habían sido descubiertos. Lo que Murat no sabía era que su sencillo proyecto de renovación estaba a punto de descubrir algo más que viejas piedras…