Sus palabras tocaron algo muy dentro de él, una parte de él que se había sentido perdida durante tanto tiempo. Asintió con la cabeza, incapaz de hablar mientras su gratitud lo abrumaba. «Pásate luego por mi casa», añadió la mujer mayor, poniéndole una tarjeta en la mano.
«Dirijo una despensa de alimentos y tengo provisiones para familias como la suya. Nos ocuparemos de ti y de tu bebé» Jacob miró la tarjeta, con la vista nublada por las lágrimas no derramadas. «Gracias», dijo, con voz temblorosa.