La mujer apartó por fin la mirada de John e hizo una señal para que desalojaran la habitación. Los agentes, que habían invadido su casa apenas unas horas antes, empezaron a recoger su equipo y desaparecieron en la noche con la misma rapidez con la que habían aparecido. El agente Smith se encargó de escoltar a John hasta su casa y, antes de que se diera cuenta, se encontró solo en el salón de su casa. Era un hombre confuso y agitado en una tranquila casa de las afueras.
A pesar de los abrumadores acontecimientos del día, el gobierno había prometido que se encargaría de todo a partir de ese momento. John no podía hacer otra cosa que confiar en sus palabras. En la quietud que siguió a su marcha, empezó por fin a procesar los increíbles acontecimientos que habían tenido lugar.