Un perro de un refugio no dejaba de mirar a una niña que lloraba en el hospital, y una enfermera fue testigo de un milagro

Los días siguientes le parecieron más ligeros. Lily recuperó las fuerzas más rápido de lo que nadie esperaba. Caminaba por la sala todas las mañanas con la correa de Milo en la mano, los dos al mismo ritmo. El personal empezó a llamarles «la pareja milagrosa»

Los padres de otros pacientes sonreían a su paso. Incluso los médicos más escépticos se quedaban en la puerta para verlos. La fe silenciosa que se había instalado en la sala se extendía de una habitación a otra, recordando que a veces la curación se produce de formas que nadie puede registrar.