Un pasajero engreído le falta el respeto a su perro de servicio, pero no está preparado para lo que se revela..

Mientras el avión seguía subiendo, empezaron las turbulencias. Al principio eran leves, pero Clara parecía reaccionar incluso a los baches más pequeños. Se estremeció en su asiento y se agarró al reposabrazos, con los ojos desviados entre Atlas y las azafatas. Cada sacudida del avión parecía exacerbar su ansiedad, y su mirada no se apartaba del perro.

«No puedo creer que dejaran que esto ocurriera», siseó Clara, con la voz temblorosa. «No debería tener que aguantar esto» Miró de nuevo a las azafatas, esperando que intervinieran. Pero la tripulación, ya al tanto de la situación, no sabía qué más hacer. Ya le habían explicado que cambiarla de asiento no era una opción en un vuelo lleno.