Cuando Liam salió del avión, algunos pasajeros le dedicaron silenciosos gestos de aprobación. Clara le siguió, evitando las miradas de todos. Su arrogancia anterior parecía haberse disuelto en una silenciosa vergüenza. Atlas regresó al lado de Liam, un recordatorio silencioso de la lección que Clara se había visto obligada a aprender: el poder de la calma frente al frenesí.
Cuando Liam salió del aeropuerto, una sensación de paz se apoderó de él. La terrible experiencia había terminado por fin y él había mantenido la compostura en todo momento. Atlas, su compañero constante, caminaba tranquilamente a su lado, casi inconsciente de cómo había dado la vuelta a la situación. Liam lo acarició sonriente y le dijo: «¡Qué niño tan adorable eres!»