Clara no se inmutó. «No voy a calmarme», replicó, con la voz temblorosa. «Ya estoy harta. Es como si me estuvieran sometiendo. Voy a presentar una queja, acuérdate de lo que te digo»
Liam permaneció en silencio, la tensión en el aire se hacía cada vez más densa. A su alrededor, los pasajeros se movían en sus asientos, algunos observaban nerviosos a Clara, mientras que otros intercambiaban miradas de simpatía con Liam. Nadie parecía dispuesto a hablar directamente. Todos se daban cuenta de que la mujer era una bomba de relojería.