Clara esbozó una sonrisa de satisfacción. «¡Ves!», exclamó, lo bastante alto para que la oyeran los pasajeros y la tripulación. «¿No dije que los perros no deberían estar en los aviones? Esto no es seguro Atacan por instinto» Se echó hacia atrás con suficiencia, disfrutando de lo que consideraba la validación de sus constantes quejas.
Liam apretó la mandíbula, luchando por contener su frustración. Se sentía impotente, atrapado entre las lágrimas de la niña, las miradas críticas de los padres y el regodeo de Clara. Atlas, ahora más calmado pero alerta, volvió a tumbarse a los pies de Liam. El incidente aumentó la creciente tensión de Liam, pero se negó a dejarse llevar por sus emociones…