«Vamos, vamos», murmuró. El motor se puso en marcha justo cuando otra ráfaga de viento sacudió la embarcación. Elías sostuvo al cachorro contra su pecho, bien envuelto en la manta, mientras anclaba las piernas en el resbaladizo suelo del esquife.
La nieve volaba de lado a lado. La visibilidad se reducía a metros. Pero a través de la bruma de la tormenta, surgió una tenue forma: una sombra, un fantasma. «¡El barco!» Elías gritó. «¡Adelante!» El Odin’s Mercy asomaba a través de la tormenta blanca, maltrecho y quejumbroso.