«Es él», dijo John. «La orca regresó» Se dio la vuelta, apretó el cuerpo contra el costado del barco y empujó. El casco se movió. La fibra de vidrio crujió. La arena raspó debajo, pero menos que antes.
Un tercer empujón, esta vez más fuerte, sacudió el yate con la fuerza suficiente para que algunas botellas sueltas rodaran por el suelo de la cabina. El casco se movió, arrastrándose sobre la arena. El pulso de John se aceleraba con cada sacudida. Se inclinó sobre la barandilla y miró fijamente a la ballena, que estaba a sólo unos metros de distancia.