La voz del otro lado era cautelosa, y no sin motivo. Pero Mara respiró hondo y narró su historia. Le dijo a la mujer que, aunque no quería que su madre biológica reapareciera como un fantasma entre ellos, al menos debía hablarle del collar y de su valor.
Aunque le faltaban las palabras, Mara siguió contando cómo había perdido sus dos posesiones más valiosas aquel fatídico día en la agencia de adopción: una a sabiendas y otra sin saberlo. Contó cómo había descubierto su valor, por casualidad, a través de un telediario.