Sin embargo, no hacer nada le parecía imposible. Su collar, su collar, seguía ahí fuera, en alguna parte. Tanto si era éste, como si estaba en una cámara acorazada, en el escaparate de una tienda o en el fondo de una caja olvidada, llevaba un hilo que la remontaba a una elección con la que nunca había hecho las paces. Ese hilo era el único que tenía.
Mara se inclinó hacia delante, con los codos apoyados en las rodillas y el peso de la decisión presionándola. Podía dejar que el misterio de los tres collares se convirtiera en otro capítulo sin resolver de su vida, o podía perseguirlo, sabiendo muy bien que no la llevaría a ninguna parte. Ninguna de las dos opciones le parecía ya segura. Pero tenía que hacer algo.