Antes de pedir ayuda externa, tomaron una precaución: separaron a los demás leones en jaulas de espera y dejaron a King solo en el recinto principal. Así había más tranquilidad, menos distracciones.
Fue entonces cuando alguien sugirió llamar a Margaret, una de las cuidadoras jubiladas que había ayudado a criar a King años atrás. Margaret llegó sin demora, sus botas crujieron suavemente en el camino de grava mientras se acercaba al recinto.