Un león se niega a moverse durante días: un veterinario no podía creerlo cuando descubrió el motivo

Sus gruñidos eran graves, peligrosos, del tipo que hacía que incluso los adultos se alejaran del cristal. Noah acercaba la nariz cada vez, con el corazón latiéndole en el pecho. Odiaba el sonido de aquellos rugidos.

No eran las mismas llamadas audaces que había admirado antes, eran gritos de advertencia, llenos de algo más oscuro. Le asustaba, pero también le atraía, como si King intentara contarle un secreto.