Los adolescentes hacen miserable la vida de la abuela hasta que un día se hartó

Los chicos presumían de dominio, gobernando la calle sin salida como reyes indiscutibles. Sin embargo, las dudas también entraban como corrientes de aire. Trevor se sobresaltó una vez cuando creyó ver la cortina de la vieja Mag moverse a altas horas de la noche. Uno de los más jóvenes a veces evitaba al grupo, murmurando excusas, sintiendo que sus juegos habían cruzado líneas que era mejor no cruzar.

Aun así, Connor ardía de orgullo. Para él, la osadía era la forma de demostrar tu valentía y tu valor. «La próxima vez», dijo, «entraremos en su casa. ¿Qué va a hacer? ¿Matarnos a golpes?» Su risa sonó, disimulando su malestar. Detrás de su fanfarronería, nadie admitía que la idea de la luz de su salón les inquietaba.