Los adolescentes hacen miserable la vida de la abuela hasta que un día se hartó

Algunos chicos admitieron que Magnolia les inquietaba. Malik murmuró: «Es demasiado tranquila. Mi abuela enloquecería» Connor le quitó importancia, pero ni siquiera él era inmune. A veces se le oprimía el pecho cuando veía que su mecedora se balanceaba sin viento. Se decía a sí mismo que no era nada, sólo los muebles chirriantes de una anciana.

El coro de vecinos se volvió amargo. «Sólo se lo permite», murmuró la señora Phelps. «Por eso están cada vez peor» Sin embargo, detrás de sus murmullos también se escondía la confusión, porque los más caritativos también admiraban la paciencia de la anciana.