Los adolescentes hacen miserable la vida de la abuela hasta que un día se hartó

Parecía que ahora horneaba con renovado vigor, tarareando viejos himnos. Dejaba la ventana de la cocina abierta de par en par, y los transeúntes eran recibidos por el aroma. Canela, vainilla y chocolate flotaban en el aire. Sobre la encimera, dejaba descuidadamente una bandeja enfriadora cerca del alféizar, visible desde la acera.

Magnolia sabía que la tentación humana siempre ganaba al final. Aunque los chicos pasaban de largo, sonriendo como desinteresados, ella sentía que sus ojos seguían sus bandejas de brownies, barras de pan y tartas de manzana enfriándose al sol de la tarde. Si Magnolia estaba satisfecha, lo disimulaba bien.