Esa noche, Vanessa pensó en llamar a alguien. A un refugio. A un especialista. Alguien que pudiera decidir lo que ella no podía. La seguridad siempre había sido lo primero, y el tamaño de Scooby hacía que esa cuestión fuera inevitable.
Pero los progresos de Betty ya no eran sutiles. Los cambios y las nuevas rutinas que antes llevaban meses ahora llevaban días. Vanessa no podía ignorarlos.