Una bocanada de aire viciado se escapó cuando la tapa se resquebrajó ligeramente. Los bordes metálicos incrustados se mantuvieron firmes, pero se abrieron lo suficiente para permitir el ensanchamiento. Rowan abrió más el hueco, con cuidado de no arañar el interior. La luz del sol golpeó algo de latón enterrado en las sombras, enviando un destello agudo a través de la cámara.
Por un momento, pensó en volver a cerrar la tapa. Toda una vida de precaución le instaba a retirarse, pero la curiosidad le apremiaba más. La levantó por completo. Dentro no había tesoros ni restos. Sólo había una llave de latón, ornamentada y grabada, envuelta en un frágil hule que se deshacía al tocarla.