La cámara acorazada parecía perturbada. El cofre de acero permanecía cerrado, pero los libros de contabilidad estaban desparramados, con las páginas rotas y húmedas. Alguien había rebuscado con desesperación, buscando algo concreto, pero al parecer sin encontrarlo. La pesada cerradura del cofre seguía brillando intacta, guardando cualquier secreto que el capitán hubiera ocultado en otro tiempo.
Rowan observó una ranura circular familiar en la tapa de la cámara acorazada. Colocó el medallón en la ranura, ¡y encajó a la perfección! Dudó, reconociendo que aquel momento marcaba un paso irreversible. Abrir el cofre supondría cruzar una línea que lo ataría a cualquier verdad oculta en su fría coraza de acero.