Llegó al refugio, abrió la pesada trampilla y se apresuró a entrar. El aire olía a polvo y a madera vieja. Rowan colocó los objetos en una caja metálica y los deslizó bajo las tablas sueltas del suelo. Instantes después, unos faros brillantes recorrieron lentamente los árboles circundantes, congelándole en su sitio.
Rowan se agachó mientras un coche zumbaba al ralentí. Al cabo de un tenso minuto, el coche se alejó y sus luces traseras se desvanecieron en la oscuridad. ¿Era una coincidencia o alguien le perseguía? No lo sabía. En cualquier caso, la tensión se hizo más fuerte a su alrededor, como una cuerda tensada. Se dio cuenta de que era mejor llevar consigo la llave y el medallón.