Un agricultor harto de aparcar ilegalmente en sus tierras: su venganza fue épica

Su boca se abrió y se cerró como la de un pez. «¡Voy a llamar a la policía!» Eli asintió. «Adelante» Giró sobre sus talones, regresó a su coche y comenzó a golpear furiosamente la pantalla de su teléfono. Eli volvió a su trabajo, tarareando en voz baja.

La policía llegó unos veinte minutos después: dos patrullas del departamento local. Uno de ellos era joven y parecía desconcertado desde el primer momento. La otra era la ayudante Claire, a quien Eli conocía desde hacía años.