De vuelta al zoo, el descubrimiento llegó demasiado tarde. Un guardia nocturno vio el recinto vacío, el barro pisoteado cerca de la puerta rota. Las radios crepitaron, las órdenes gritaron: «¡Cerrad todo! Encuéntrenla antes del amanecer» Pero la tormenta se tragó sus voces. Sahara ya había desaparecido, llevada hacia calles que nunca había conocido.
Tom Reyes, su cuidador, recibió la noticia con temor. De cachorro, había alimentado a Sahara con leche, la había visto dar sus primeros pasos a trompicones y la había calmado durante las tormentas. Conocía sus instintos, pero también sus miedos. «No hará daño a nadie», le dijo al director. «Buscará algo que le resulte familiar»