Tom pasó noches en vela esbozando mapas, trazando los movimientos del Sahara como si fueran constelaciones. Su plan se convirtió en su obsesión: guiarla de vuelta con el olor, la voz y la memoria. La manta de Nyla se colocaría en el ala veterinaria, la puerta se dejaría abierta y el propio Tom haría de faro. Esperaba que no hicieran falta rifles.
La policía se burló al principio. «Un paso en falso y mata a alguien» Tom se defendió, con la voz entrecortada. «No atacará, está buscando. Puedo traerla a casa» Contra la resistencia, consiguió un frágil acuerdo: un pasillo sellado por vehículos, la multitud replegada, dardos tranquilizantes preparados sólo como último recurso.