Un elefante colocaba piedras en una esquina de su recinto y los expertos descubrieron el motivo

No un caos aleatorio. Habían construido un muro, todo el muro que una manada de elefantes podía levantar en unas horas de frenesí. Enormes troncos se apoyaban unos sobre otros como gigantes caídos. Habían hecho rodar piedras y las habían encajado en los huecos.

Un tambor metálico de enriquecimiento, de unos 150 kilos, se había colocado en su sitio como un ancla improvisada. Todo ello colocado a lo largo de la esquina oeste. La misma esquina que Lila había mirado ayer. «¿Qué demonios…?» Susurró María.