Todo era normal. Sin embargo, Lila permaneció inmóvil. Al otro lado de la pasarela, una familia la observaba con curiosidad. «¿Está bien?», preguntó la madre. «Probablemente esté desconectada», respondió María con una sonrisa práctica, aunque no se lo creía. «Los elefantes tienen sus estados de ánimo»
A media tarde, incluso los visitantes empezaron a darse cuenta. Un par de adolescentes grabaron vídeos y susurraron cosas como: «¿Por qué está mirando así?» «Tío, hace siglos que no pestañea» María intentaba que no le afectara, pero se sorprendía a sí misma mirando la hora más a menudo de lo habitual, esperando alguna señal de que Lila volviera a la normalidad.