Volvió al coche y contempló por última vez la zanja vacía. Lo que había empezado como terror, confusión y pavor se había convertido en una historia que llevaría consigo para siempre. Contra todo pronóstico, la vida se había salvado y el amor había triunfado en el lugar más insospechado.
La imagen permaneció con ella: un perro llorando, negándose a marcharse, protegiendo vidas más pequeñas que él. Lo que ella pensaba que era una tragedia se había convertido en algo extraordinario: la prueba de la devoción en su forma más pura, cosida a su memoria como un recuerdo de esperanza donde menos lo esperaba.