Tina sintió un nudo en la garganta. Horas atrás, se había quedado paralizada, convencida de que se había topado con una tragedia. Ahora estaba asombrada ante una criatura cuya devoción había reescrito el final por completo. Su miedo se había transformado en algo luminoso, casi sagrado.
Mientras los vehículos se alejaban y las luces rojas y azules se adentraban en la noche, Tina se quedó en el arcén. El silencio la oprimía, pero su corazón latía ahora con un peso diferente. Alivio, gratitud y asombro por lo que había presenciado.