Martin asintió rígido, con la mandíbula apretada. Yo susurré que estaba de acuerdo. Nora exhaló, temblorosa, como si liberara un secreto que había estado guardando con todo su cuerpo. «Entonces puedes conocerle», dijo en voz baja. «Pero sólo si yo también estoy allí. Sólo si me dejas hablar primero»
Esa noche, antes de la reunión, Martin estaba despierto, con los puños abriéndose y cerrándose contra las sábanas. «¿Y si está mintiendo? ¿Y si la manipula delante de nosotros?» Su voz se quebró bajo el peso de su propio miedo. Yo no tenía respuesta, porque el miedo también se abría paso por mis entrañas.