Instintivamente supimos que tenía que tratarse de un «chico». Nora era guapa e inteligente para su edad. Pero éramos sus padres, y nuestro impulso natural era siempre protegerla de cualquier daño o algo peor. De hecho, tampoco éramos del todo inexpertos en el terreno romántico cuando se trataba de ella.
Dos años antes, Nora había salido con un chico. Ella tenía 17 años, y él, a sus 19, era descarado e impulsivo, y le importaba más la rebeldía que el respeto. La relación, afortunadamente, siguió su curso, pero no sin dejarla un poco marcada y conmocionada. Pensamos que había aprendido la lección y que se alegraba de haber dejado atrás el episodio.