Mi hija (19) empezó a ver a un hombre (43) contra nuestra voluntad

Pensábamos que estábamos perdiendo a Nora a causa del secretismo, los susurros y un hombre que le doblaba la edad y que parecía colarse en su vida sin mediar palabra. Cada regalo, sobre y sonrisa evasiva nos hacía más daño. Y cuando los vecinos empezaron a cotillear, nuestro temor se hizo insoportable.

Martin estaba dispuesto a salir corriendo, enfrentarse al hombre cara a cara y exigirle respuestas. Yo le rogué que esperara. La vida de nuestra hija estaba en el filo de la navaja, un paso en falso bastaría para acabar con su confianza. Pero incluso mientras discutíamos, los ojos de Nora suplicaban: «Todavía no. Si lo supieras ahora, lo arruinaría todo»

¿Qué podía querer decir? ¿Por qué lo protegía con tanta ferocidad cuando todos nuestros instintos nos decían que él era el peligro? Habíamos construido en silencio nuestros peores escenarios, pero ninguno de ellos encajaba con el extraño y deliberado secretismo en el que se envolvía. El desconocimiento fue el corte más cruel de todos.