Dos chicas dejan al camarero una propina de 9,11 dólares; él mira el pedido y comprende la situación

Las prisas seguían ahí, los clientes también, pero las propinas se habían reducido a migajas. Ahora trabajaba el doble por la mitad. El trabajo no había cambiado, sino él. Sus padres nunca lo decían en voz alta, pero él podía sentir cómo crecía su duda.

Cada vez que se cruzaba con su madre en el pasillo, ella le dedicaba una suave sonrisa que no le llegaba a los ojos. Su padre cada vez hacía menos preguntas sobre el trabajo. Al principio, le apoyaban, incluso estaban orgullosos. Pero ahora, su silencio estaba cargado de preocupación.