Un hombre acude al hospital para hacerse un chequeo y el médico mira su radiografía y le susurra: «Lo siento»

La radiografía de este granjero reveló lo impensable: descubra lo que conmocionó a los médicos

En la estéril habitación del hospital reinaba un silencio tan penetrante como el calor de Bombay en el exterior. El único sonido era el silencioso zumbido del aire acondicionado y el lento tictac del reloj de pared. Rohan Agarwal, un humilde agricultor de las afueras de Nagpur, yacía inmóvil en la cama del hospital. Contenía la respiración, esperando las palabras del médico que iluminarían las radiografías colgadas en el resplandor de la luz fluorescente.

El Dr. Ajay Kumar, un profesional experimentado, miró a Rohan. Su mirada, normalmente segura, contenía un destello inconfundible de arrepentimiento y conmoción. Con un profundo suspiro, se quitó las gafas, primer signo de inquietud, y dijo en tono grave: «Lo siento, señor Agarwal». Su disculpa quedó suspendida en el aire, resonando ominosamente en las frías y estériles paredes de la sala de reconocimiento. A Rohan le latía el corazón en el pecho y tenía las palmas de las manos resbaladizas por el sudor nervioso. La habitación pareció contraerse y las paredes se cerraron sobre él cuando el peso de las palabras del médico se hizo sentir.

Al mirar las radiografías, el mundo, normalmente monocromo, se volvió surrealista. Lo que veía desafiaba cualquier creencia y cualquier pizca de realidad. Toda su vida se había enfrentado a los retos que se le presentaban con un corazón fuerte y una resistencia silenciosa. ¿Pero esto? Esto estaba más allá de su comprensión. Su mente daba vueltas con una mezcla de confusión, incredulidad y miedo. ¿Qué significaba para su vida, para su futuro? Lo que vio en la radiografía puso su mundo patas arriba. Sus acciones pasadas, sus decisiones, todos los pasos que había dado parecían haberle conducido a este momento surrealista y todo lo que podía pensar era: «¿Por qué yo?».

Mientras Rohan yacía en la fría cama del hospital, rodeado de médicos con expresión seria, su vida empezó a repetirse en su mente. Nunca pensó que llegaría este día. Era un hombre sencillo de la animada ciudad de Nagpur (India). Nacido en el seno de una familia de agricultores, su infancia fue tan común como la de cualquier otra persona. Era un niño soñador, convencido de que un día su nombre estaría en boca de todos. Sin embargo, nunca imaginó que sería una visita al hospital la que le pondría en ese camino…

Su corazón estaba lleno de pura alegría y de un ardiente deseo de destacar… de ser especial. Pero la vida, al parecer, tenía otros planes. Su rasgo distintivo era una barriga ligeramente abultada, un rasgo extraño pero inofensivo que no afectaba demasiado a su vida. Ni interfería en sus juegos ni le causaba ningún dolor físico.

Su familia no le dio importancia, creyendo que era un rasgo único de su cuerpo, una suave curva que añadía carácter a su delgada constitución. Esta pequeña protuberancia… era una extraña rareza, un rasgo distintivo que hacía de Rohan… bueno, Rohan.

Con el paso de los años, el estómago de Rohan empezó a crecer de forma desproporcionada con respecto a su esbelto cuerpo. Al principio, le pasó desapercibido. No era más que un niño, más preocupado por sus aficiones infantiles que por su físico. Sin embargo, la irregularidad pronto llamó la atención de su comunidad.

Comenzaron a circular sutiles murmullos, silenciosos al principio, pero que se intensificaron con el tiempo. Los apodos despectivos de «cerdo gordo» y «mujer embarazada» le hacían estremecerse cada vez que los pronunciaba. Los niños se reían de él, los adultos le miraban con una mezcla de curiosidad e incomodidad. Era como si, de la noche a la mañana, se hubiera convertido en objeto de una burla que no comprendía.

Los campos, antes acogedores, se transformaron en arenas de juicio, cada mirada de reojo se sentía como un aguijonazo, cada comentario susurrado era una fuerte ráfaga lista para derribar su compostura. Rohan se encerró en su caparazón, y sus sueños de vagar por los extensos campos se vieron empañados por el temor a las agudas burlas de la sociedad. La vida era difícil, pero él perseveraba, creyendo que, con el tiempo, las cosas mejorarían. Pero nunca lo hicieron…