Sarah se quedó helada, con el corazón latiéndole con fuerza mientras el alce se acercaba a ella. Todos sus instintos le decían que corriera, pero los movimientos lentos y deliberados del alce la mantuvieron clavada en su sitio. No parecía agresivo. De hecho, sus ojos tenían una urgencia inusual, como si tratara de comunicar algo.
En lugar de hacer ruido, el alce emitió un sonido grave y lastimero, paseándose ansiosamente frente a ella. Sarah se incorporó cautelosamente, con la respiración entrecortada. ¿Por qué se acercaba? ¿Estaba perdido? ¿Herido? Había leído historias de animales que se sentían atraídos por seres humanos necesitados, pero nunca esperó ser testigo de primera mano.