La situación empeoró cuando el pasajero intentó hacerse cargo de la conducción y los agentes descubrieron que también estaba bajo los efectos del alcohol. Como ninguno de los dos era capaz de continuar el viaje con seguridad, la policía no tuvo más remedio que poner fin al trayecto de forma abrupta.
El coche fúnebre, normalmente asociado a un servicio tranquilo y solemne, fue remolcado y depositado en el depósito. El momento en que se produjo el incidente lo hizo aún más llamativo: ocurrió durante el periodo del Día de Todos los Santos, cuando innumerables familias viajan a los cementerios y cuando se espera que los servicios funerarios actúen con el máximo cuidado.