Durante el incidente, el tiempo era francamente miserable. Llovía a cántaros. La carretera estaba empapada y peligrosamente resbaladiza. Cualquiera con un mínimo de sentido común reduciría la velocidad, sobre todo en una ruta que serpentea por crestas montañosas a más de 1.000 metros sobre el nivel del mar.
La legislación francesa es muy clara en lo que respecta al mal tiempo: el límite de velocidad, que normalmente es de 130 km/h, baja a 110 km/h en cuanto llueve. Al conductor del Audi no le importó. Su velocidad era de 179 km/h, casi 70 km/h por encima del límite para lluvia. En unas condiciones en las que un simple charco puede hacer que hagas aquaplaning y te estrelles contra un guardarraíl, es casi una locura.