«Puesto que los novios no plantean objeciones», dijo al fin, «debemos proceder» Le temblaba la voz, pero pasó la página de su libro como si estuviera obligado a continuar. A su alrededor, los invitados se movían inquietos, con los rostros pálidos por la incredulidad. Clara negó lentamente con la cabeza. «No», susurró, pero sus palabras fueron tragadas por el peso del momento.
Nadie se movió para impedirlo. Nadie se atrevió a intervenir. La ceremonia continuó, surrealista e imparable, con Stephanie de pie donde Clara debía estar. Las lágrimas nublaron la vista de Clara cuando Liam y Stephanie se dieron la mano y se volvieron juntos hacia el oficiante. Su cuerpo le pedía a gritos que corriera, pero sentía que sus piernas estaban inmovilizadas.