La multitud retrocedió y los susurros se convirtieron en murmullos frenéticos. Los rostros se volvieron hacia Liam, desesperados por una respuesta, por algún signo de negación. Pero él no dio un paso atrás. No se opuso. Se limitó a sujetar con más fuerza las manos de Stephanie, con la mandíbula tensa y los ojos ilegibles. Las rodillas de Clara amenazaban con ceder. «¿Por qué?», susurró, con voz temblorosa mientras su mirada se clavaba en él.
«¿Por qué estás haciendo esto? Durante un breve instante, Liam la miró, con una sombra de algo parpadeando en sus ojos -dolor, arrepentimiento, miedo-, pero desapareció tan rápidamente como apareció. Para los demás, parecía una elección, una devoción a su hermana por encima de ella. El oficiante carraspeó nervioso, con el rostro pálido.