Un lobo se niega a moverse: un veterinario se sorprende al descubrir la verdadera razón

Cuando añadió que ya eran casi tres días, su expresión se endureció. «No te acerques. Los animales enfermos pueden ser impredecibles. Tú lo sabes mejor que nadie» Adrian asintió, pero por dentro, la advertencia no hizo más que reforzar su convicción. La naturaleza no derrochaba energía sin motivo. Algo ataba a ese lobo en su lugar.

Ese mismo día, se detuvo en la cabaña de un guardabosques en la linde del bosque. El anciano escuchaba en silencio, con el rostro curtido e ilegible. Cuando Adrián terminó, el guardabosque escupió al fuego y murmuró: «Mala señal. Los lobos que se quedan traen la muerte. Mejor dejarlo con su maldición»