Con el veterinario ya de camino, el tiempo apremiaba. Era imperativo encontrar una solución para la protectora madre osa, que sin duda se resistiría a cualquier intento de separarla de su osezno una vez más. ¿Y quién podía culparla?
Mientras Luka observaba a su vecino, Harry, hacerse cargo valientemente de la situación, una mezcla de ansiedad y esperanza corría por sus venas. Conscientes de los riesgos inherentes, ambos comprendían la urgencia de sus acciones. El corazón de Luka se aceleró cuando vio a Harry, armado con la pistola tranquilizante, apuntar a la desprevenida madre osa.