La inquietud del oso era palpable, sus movimientos agitados indicaban la naturaleza impredecible de su comportamiento. Con la respiración contenida, Luka mantuvo su posición, esperando ansiosamente el resultado a medida que pasaban los valiosos segundos.
Cuando la puerta del garaje se abrió, Luka vio a su vecino salir rápidamente por la puerta trasera, asegurándose de que se cerraba tras él. Sin dudarlo ni un instante, el oso aprovechó la oportunidad y se aventuró a entrar en el garaje, con su propósito ya revelado.