A medida que la mirada de Luka se adentraba en el denso follaje, surgió a lo lejos una visión que le sorprendió y le tranquilizó a la vez. Era una cabaña de madera que le resultaba familiar, e inmediatamente la reconoció como perteneciente a su vecino más cercano, con el que había compartido numerosas conversaciones antes de trasladarse a este apartado refugio.
Un rayo de esperanza brilló en el corazón de Luka. Creía que llegar a la cabaña pondría fin a su solitaria caminata junto al enigmático oso. La perspectiva de la presencia humana, aunque sólo fuera la de su vecino, ofrecía una apariencia de consuelo y compañía en este misterioso viaje.