Un sinfín de preguntas se agolpaban en su mente. ¿Era un gesto de agresión? ¿O quizás una súplica de comprensión? La postura erguida del oso era una invitación silenciosa que invitaba a Luka a profundizar en los secretos que le aguardaban. Era un momento crucial, que exigía una elección: huir de lo desconocido o abrazar el inesperado viaje que le esperaba.
Entonces Luka vio que la mirada del oso se fijaba en un objetivo lejano. Había percibido un olor y cada uno de sus movimientos emanaba una resuelta determinación. Los instintos del animal lo empujaban hacia adelante, instándolo a perseguir lo que estuviera delante. ¿Qué podría oler?