Un oso saluda a su familia todas las mañanas y un día su padre descubre algo sorprendente

Su mente se agitaba con una cascada de pensamientos, cada uno de ellos un punzante recordatorio de la peligrosa situación en la que se había metido por voluntad propia. El remordimiento le remordía la conciencia, preguntándole cómo había podido ser tan estúpido, tan ciego ante los peligros potenciales que acechaban en su camino. El peso de su imprudente decisión pesaba sobre él, mientras lidiaba con las consecuencias de su propia imprudencia.

En las profundidades del bosque, Luka se quedó solo, con el corazón oprimido por el peso de sus actos impulsivos. La realidad de su situación le hizo cuestionarse su propia cordura. ¿Qué clase de persona racional seguiría voluntariamente el rastro de un oso salvaje basándose únicamente en una corazonada? La enormidad de su locura se asentó sobre él como un sudario de plomo.