En un pequeño claro del bosque, el oso detuvo bruscamente su marcha. Su comportamiento cambió y se agitó mientras escrutaba los alrededores con ferviente urgencia. El hocico del oso rozaba el suelo, olfateando atentamente, como si buscara desesperadamente un rastro, un olor.
La inquietud se apoderó de Luka, una intuición creciente de que aquel giro inesperado estaba desviando el rumbo. La sensación le carcomía, susurrándole que aquello no iba en la dirección correcta. ¿Qué había hecho?