Las lágrimas inundaron los ojos de Derrick. Se llevó una mano temblorosa a la boca, con la emoción a flor de piel latiéndole en la garganta. El veterinario le tranquilizó con suavidad y le explicó que Rusty necesitaría cuidados prolongados, pero que el peor peligro ya había pasado. Las donaciones lo cubrían todo, lo que garantizaba que Rusty pudiera curarse sin más obstáculos económicos.
Derrick se enjugó los ojos y preguntó en voz baja a la enfermera que estaba junto a la cama de Rusty: «¿Quién inició el puesto de caridad?» Miró los monitores, agradecido por cada pitido constante. La enfermera intercambió una suave sonrisa con su colega, señalando con la cabeza hacia la oficina de atrás. «La veterinaria que ingresó a Rusty», dijo.