Una mujer cede su asiento a un veterano y palidece al descubrir quién es en realidad

¿Desvelarían los soldados su verdadera identidad? ¿Expondrían la farsa que había representado? La idea le produjo una profunda sensación de satisfacción, una dulce reivindicación que hizo que la ansiedad del vuelo se sintiera lejana y trivial.

Había contribuido a que se hiciera justicia, y ese conocimiento se asentó cálidamente en su pecho como una manta reconfortante. A cada momento que pasaba, se sentía más ligera, más liberada, como si se hubiera quitado el peso de haber encontrado al impostor.