Su tío le prohibió entrar en el desván. Tras su muerte, lo que encuentra lo cambia todo

Lo que más le sorprendió fue el cuaderno que había al fondo de una caja. Sólo su nombre en la tapa. Dentro había páginas de bocetos. Dibujos de la casa. Del jardín. De ella. No eran buenos dibujos, líneas temblorosas, sombreados desiguales, pero sí cuidadosos. Reflexivos. Había una nota debajo de uno: «Edad 12. Elise se volvió a quedar dormida fuera. No la desperté. Parece tranquila»

Pasó los dedos sobre las líneas de lápiz. Le dolía la garganta. Él la había visto. Sólo que nunca le dijo que la estaba mirando. Esa noche, ella no soñó. Cuando despertó, la casa estaba en silencio, no vacía, pero ya no se le resistía. Estaba en el pasillo, fuera del ático, con la puerta aún abierta y el olor a polvo y a tiempo bajando las escaleras.