Michael parecía aburrido. La curiosidad había desaparecido. El misterio se había desinflado. Murmuró en voz baja que era una pérdida de tiempo y volvió a bajar las escaleras. Elise se quedó atrás, arrodillada junto a la bolsa de basura más alejada.
La abrió con cuidado, sin esperar nada. Tal vez ni siquiera lo esperaba. Pero dentro encontró una caja. Pequeña. De madera. Atada con un cordel. Cuando Elise volvió a bajar del ático, Michael ya estaba cogiendo las llaves.